Hay ruido en las trincheras.
El zumbido de un trombón
ha paralizado mi sombra,
y ahora bailo sola
al ritmo de una voz ajena.
Un cuervo blanco
me tiende la mano,
amistoso,
para clavarme sus ojos rojos,
para despedazar mis ojos canela.
Es inteligente
e inconscientemente
me encandila
para volar a su lado,
sin prisas.
Avanzamos por un pasillo
de espinas y erizos
hasta un patio
de sombras y niebla.
Por el camino
me regala rosas artificiales
y estepicursores morados
salen rodando
tras el huracán de sus falacias.
Me libero del frío candado
que, sin percatarme,
ha perforado mi sonrisa;
y brota el llanto
cuando abre su boca
y los aguijones de avispa
traspasan mis pupilas.
Intoxicada con su ira, su envidia,
araño las magulladuras
que ha tatuado en mis costillas.
Quiero arrancarlas,
pero es tarde:
son profundas y no cicatrizan.
Ahora el cuervo blanco
de ojos rojos
me arrastra corriente abajo,
hacia su país de raíces ensombrecidas.
No hay retorno.
Ha vencido la partida.
Me gusta esto:
Me gusta Cargando...
Relacionado